Locos, no hay sólo por el fútbol
Por María Eugenia Gambetta
Camina de un lado a otro, se sienta, se levanta, agacha la mirada, ansioso, mira a sus amigos y le pregunta: “¿Tanto van a tardar?, no puede ser” a lo que ellos responden: “quedate tranquilo que ya salen y te dan una alegría”.
Se sienta en el sillón, mientras se seca el sudor de la frente, el temblor de sus piernas demuestra los nervios que tiene. Grita y salta de felicidad: “Al fin, ahí están”, se acerca corriendo… sube el volumen del televisor, porque el control remoto no anda y se pone la camiseta de Los Pumas.
Suena el Himno nacional argentino que él canta a la par de los jugadores. Al hooker, Mario Ledesma, se le caen unas lágrimas y ese sentimiento es transmitido al televidente, quien enjuga sus gotas con la bandera albiceleste.
A los seis minutos el try de Hamilton, a favor de Escocia, lo pone de muy mal humor y patea el almohadón que está en el piso, pero no deja de alentar diciendo: “¡Vamos Argentina, vamos que hoy ganamos!”.
Siete minutos después, tira la cazuela de maníes, al saltar para abrazar a sus amigos y besar la camiseta luego del penal que convierte Felipe Contepomi, también tiene tiempo de decirle a su hijo que ese hombre obtuvo la medalla de bronce en el Mundial de Francia en el 2007.
A los 73 de la segunda etapa, la camiseta ya la tenía puesta de sombrero, la bandera la sujetaba muy fuerte con sus dientes y los amigos se habían ido a ver el partido a la cocina, porque no la aguantaban más, la Selección Argentina perdía 9 a 13 y él no paraba de gritar.
El último minuto del encuentro fue el peor, ya que si Los Pumas hacían un try se quedaban con el test match. El fanático, se mordía los dedos de las manos, el temblor de sus piernas cada vez era más fuerte y los latidos de su corazón marcaban que en cualquier momento estallaba. La derrota Argentina fue un hecho, pero lo último que se pierde es la fe y el hombre más optimista que enojado deslizó: “En el Mundial de Nueva Zelanda, cuando enfrentemos a los escoceses les ganamos”.